domingo, 17 de febrero de 2013

Reykjavik (creo que se escribe así).

Hoy casi salimos a la calle a dar un paseo hasta el mercadillo de al lado del puerto y menos mal que no lo hemos hecho, porque se ha levantado un viento helado que se colaba por cualquier rendija del  abrigo dejándote tieso en un periquete. 40 minutos de paseo nos hubiera dejado congelados, aunque bien pensado, hubiéramos parado cada dos minutos en un bar a tomar una cervecita, por eso de reponer y entrar en calor, vaya.




En cambio hemos cogido nuestro cochecillo de alquiler y nos hemos acercado al primer punto turístico de este viaje. El viento al borde del mar ha vuelto a hacer acto de presencia con más intensidad, y aderezado con una fina lluvia que se clavaba en la piel como finos alfileres, no permitía estar más de dos minutos sin estar a cubierto. Nos hemos hecho unas fotillos rápidas en el monumento que hay junto al mar imitando una estructura de barco vikingo en metal inoxidable y hemos ido al famoso mercadillo de fin de semana, donde venden cualquier cosas a precios interesantes. Sobre todo ropa de segunda mano, monedas y sellos pre-crisis y algo de souvenirs.

Además había un mercado de productos bastante interesante, desde embutidos de reno o cabezas de oveja, hasta pescados secos y el más famoso producto islandes, el tiburón podrido.
Si, estos angelitos pescan un tiburón, lo entierran durante 6 meses y cuando está podrído lo trocean y al parecer, se lo comen. Yo lo que creo es que dicen que se lo comen para ver a los turistas como son capaces de meterse a la boca cualquier guarrada sin reparos.

Nosotros hemos comprado un tarrito de 7  o 8 trocitos por un par de euros, para que no nos de cargo de conciencia comprar un 100 gramos y tirar a la basura 99,5 gr. No lo vamos a probar hasta mañana, porque no queremos que se nos revuelva el estomago que esta noche hemos reservado en un restaurante muy chulo de Reykjiavik del que ya os hablaré mañana en el proximo post.

El caso es que despues de dar unas vueltas por el mercadillo hemos ido a la catedrál a ver el órgano, que al parece tiene miles o cientos de tubos (no sé exactamente, pero muchos), y aunque estaba en reparación y lleno de andamios, la visita al edificio moderno que llaman catedral ha molado. por 6 euritos mas te dejan subir a la torre (en ascensor, como gente civilizada que son, no como en otras iglesias que pagas y encima te hacen subir cientos, o miles de escalones). las vistas merecen la pena. aunque la capital de Islandia unicamente tiene unos 200.000 habitantes y realmente no es muy grande, las vistas en 360 grados desde la torre son espectaculares. los techos de las casas de colores, el mar y las montañas nevadas al fondo son una preciosidad digna del esfuerzo de apretar el botón de la octava planta del ascensor.



Lo cierto es que salvo esto que hemos visto y algún museo curioso (como el museo de los penes o el de historia islandesa, ambos por igual interesantisimos), la capital se puede ver en uno o dos días y si quieres uno tercero para ir de compras y a comer o cenar a los multiples restaurantes que hay aqui. Hemos dejado los museos para otro día, ejem, y nos hemos ido con el coche al norte. No mucho, porque en cuanto empiezas a tirar para arriba enseguida aparece la nieve y las carreteras se vuelven ciertamente peligrosas.

Es muy curioso el cambio, porque de repente estas a los pies de una montaña de roca negra y musgo verde y al rodearla el paisaje del lado opuesto es totalmente blanco.

Eso nos ha pasado en Borgarnes, donde hemos parado a comer en una cafetería con unas vistas increibles de las montañas recien nevadas. a pocos kilometros al sur en cambio, habíamos pasado por una carretera solitaria desde la que se veían multitud de pequeñas cascadas y rápidos fluyendo hacia el mar.







Es una carretera que no suele coger la gente porque da un rodeo de 36 kilometros para cruzar a la zona de akranes y que ahora no es necesario gracias a que construyeron un tunel que lleva al otro lado en 6 kilometros. que porqué no cogimos el tunel? pues ni idea, pero mereció la pena el rodeo por esa carretera tan bonita.

A la vuelta sin embargo si que cogimos el tunel que por cierto, baja a 250 metros por debajo del nivel del mar. yo creo que no he estado nunca tan abajo.


Ahora nos vamos a cenar al fish market. Mañana os contaré que tal. adios.

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